lunes, 10 de septiembre de 2007

Una entrevista con los tres Padres de la Patria

Ante todo y sobre todo, quiero dar las gracias a San Pedro, por haber permitido que los patricios hayan podido salir del cielo y bajar acá a la tierra, con el sólo fin de poderles entrevistar y así, poder saber lo que piensan ellos sobre la situación del país. Saber como se sienten con lo que está pasando actualmente en su patria…, por la que dieron sus vidas e hicieron los más ingentes esfuerzos para que hoy…, fuésemos libres e independientes de toda nación extranjera.

Buenas Noches, Distinguidos Señores, sean bienvenidos a la ciudad de Amaurota, el lugar que hemos tomado para dicha entrevista, este solemne lugar, donde soñó Tomás Moro un día vivir… En aquella isla de Utopía.

Excelentísimos, augustos e inmaculados y eximios y próceres de la media isla: Juan Pablo Duarte y Diez, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez, sean ustedes muy bienvenidos a esta humilde disertación.

El motivo de la siguiente entrevista, es con la finalidad de saber cuales son los pareceres e ideas que tienen nuestros próceres, a través de preguntas a las que ustedes responderán con la más vehemencia posible.

Empezaremos con el Sr. Juan Pablo Duarte y Diez.

─ ¿Qué piensas de la política en nuestros país, la que cada vez se hace más gris y nefasta Sr. Juan?
─ En Primer lugar, quiero darte las gracias, por la entrevista que vos nos has pedido, y por tenéis la osadía que tuvistéis, para solicitárosle a Dios, a través de San Pedro, que nos dejéis bajar a vosotros a vuestra patria añorada y amada.

─ Ciertamente os te digo, que mi alma se ha cercenado por la iniquidad, el nepotismo, el clientelismo, el tráfico de influencias, el favoritismo, el amiguismo, ─ Sin duda ─replique─, es tan cierto que parece que vives con nosotros acá en la media isla.
─ En una de tus frases dijiste lo siguiente: ─ Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria.

─ Juan, esa frase me gusta mucho, ya que se oye como si de tus designios excelsos y sublimes, salieren hoy mismos y no antaño, cuando la dijitéis; excusa, ya se me adhiere tu estilo de hablar.

─ ¿Qué sentiste aquel 19 de marzo, cuando fuiste desterrado por Pedro Santa en 1845 con toda y su familia?
─ La cólera, la impotencia, y el deseo de luchar con todas mis fuerzas, fueron mis principios en esos mementos, pues, vuestros esfuerzos estaban siendo usurpados por alguien que solo se amparaba en el poder económico y las influencias que había granjeado hasta ese momento. Nos tildaron de conspiradores de la patria y ya sabes lo que paso. ─ Que injusticia ─repliqué yo─, al escuchar y ver que de sus ojos salían lágrimas y un llanto endeble, que fluía de sus labios briznados.


─¿Hay otra frase que dijiste hace mucho tiempo y me gustaría que la digas nuevamente, ahora, si es de su agrado?, ─¿Cuál es esa frase ─repuso─, pues, tengo tantas que no sabréis cual sería ─me dijo─ . Le respondí que es la que trata sobre la política, y me dijo lo siguiente:

─ La política no es una especulación; es la ciencia más pura y la más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles.

─ Sin embargo, sonriente y mirándole fijamente a los ojos le dije:

─ Siento, quizás, que lo que expresaré ahora, se convierta en una ofensa para usted, pero esta frase lo era para la época suya, sin embargo, no se adapta ha estos tiempo, pues, es anacrónica. La corrupción de nuestros políticos se hace más grande cada día y va en aumento. Ya no es pura ni digna, ahora es la ciencia más corrompida e indigna, pues los políticos así la han querido y prefieren. Ahora es un negocio donde el mejor postor es quien va a los escenarios de la palestra pública. Es Quien sea más amable y se monte en un helicóptero y lance más dinero grapado en volantes. Es quien acabe con el milagro y se imponga por el poder económico. Es quien nos ofrezca sacarnos del infierno, pasarnos por el purgatorio y luego llevarnos en una fabula intangible hacia el paraíso de nadie, de una divina comedia. ─Lo sé, lo sé ─me dijo─.


─ ¡Quiero dirigir mis preguntas hacia el Sr. Matías Ramón Mella!

Cuando se iba a realizar el trabucazo, muchos de los complotados se asustaron, porque pensaron que eran perseguidos y esta fue la repuesta suya cuando muchos querían desertar: Ya no es dado retroceder cobardes como valientes, todos hemos de ir hasta el fin. ¡Viva la República Dominicana! Hoy, sólo te recuerdan en las campanas políticas y en su ¡Natalicio…! Muchas veces ni de usted se habla. ¿Qué piensas sobre lo que hiciste y que ahora muchas veces no te paguen ese esfuerzo como se debe?

─ Mirándome apaciblemente y con una tristeza que la iris de sus ojos me permitían ver aunque, un poco imperceptible me dijo:─ Lamento lo que pasa con mi nación, más parecéis a un mercado que ha aun país. Impera la anarquía, a la educación no se aporta un mejor presupuesto, no es buena la organizaron de los hospitales y por consiguiente, la salud es inaccesible para los pobres. Aquel contrato social del que también planteaba el ginebrino, no se cumple.

─ Mis preguntas van hacia el hombre que materializó las ideas del primer entrevistado:
Sr. Francisco, en una ocasión frente a tus compatriotas dijiste: ‘’Yo soy la bandera nacional’’

El 4 de julio de 1861 a las cuatro de la tarde, en el cementerio de San Juan de la Maguana. Fundador y prócer dos veces de la República, con la entrega de su vida en el martirologio de San Juan, conseguiste la inmortalidad como ejemplo inigualable de nuestra historia.

─ ¿Qué sentiste al estar frente ha un batallón, por la medalaganria idea de el loco aquel que, con el fin de perpetrar su dominio antojadizo y sin pensar en un hermano y en la nación, sino en él mismo?

─Podréis deciréis a vos…, que el momento en el que entuvéis allí, esperando mi ejecución, pensé en que así sería la vida de los demás hermanos, y no me he equivocado, pues, desde los inicios ha sido una pugna de la que nunca a terminado, donde el más grande aplasta el mas pequeño y hace con ellos lo que le da la medalaganarieis gana.

─Lamento que se haya acabado el tiempo, ─repliqué yo─, pues, veo que San Pedro, me hace señales…, que deben ya subir al cielo, gracias por estar de visita por acá y que sea más frecuente por ustedes, ─gracias a ti, ─replicaron todos─.

Hasta la próxima