lunes, 4 de enero de 2010

Entre Títulos y Reflexiones

Mientras, a consecuencia de las leyes y de las costumbres, exista una condenación social que cree artificialmente infiernos en plena civilización, y turbie con una fatalidad humana el destino, que es divino; mientras no se resuelvan los tres problemas del siglo: la degradación del hombre en el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre, la atrofia del niño por las tinieblas; mientras en ciertas regiones sea posible la asfixia social; en otros términos, y desde un punto de vista mas dilatado aún, mientras haya ignorancia y miseria sobre la tierra (…).

Victor Hugo, Hauteville-House, 1ro de enero, 1862


A veces, es necesario volar sobre el pantano y lanzar un grito desesperado, para obtener con la fuerza de sheccid, el contraveneno; porque en ocasiones se convierte en brizna la juventud en éxtasis, y las preocupaciones te invaden como Atila a los romanos. Como Alighieri, he querido bajar al averno y encontrarme con Virgilio, pasar por el purgatorio y llegar al paraíso para ver a Beatriz, que quizás me haga feliz.


Serían muchas las preguntas que haría allí, pues le pediría a Virgilio que me llevara donde Sócrates, para preguntarle por qué no evitó la cicuta, a Séneca, preguntarle por qué accedió a cortarse las venas por órdenes de Nerón, y a Tomás Moro por qué permitió que se realizara su ejecución dada por Enrique VIII. También, preguntaría a los allí presentes, a la gran cohorte que en confuso tropel se halla, el por qué se entregaron a la molicie y a los vicios tan desmesuradamente como se entrego Fausto a Mefistófeles.

Que me perdone Nietzsche, en su ‘’Ocaso de los Ídolos, ’’ pues, allí hay respuestas que se omiten.


Muchos sufren sin saber el mal de Tántalo, el dolor de Orfeo por su Eurídice, la pena de Príamo y la pusilanimidad de Paris. Muchos se abalanzan con Dionisio, y se olvidan del estoicismo, para buscar el epicureísmo que les hace hedonistas y nihilistas. Otros, son tan desdichados como Áyax, tan trágicos como Edipo y tan castigados como Prometeo.


A veces es necesario volar, pero ¡ay!, si las alas son las de Icaro, ¿acaso no será necesario las manos de los hados para no caer en tan profundo abismo? Fementidas preocupaciones de los desmanes del dolor.


Pero se aprende a vencer los infortunios de la naturaleza con los Estoicos, a dudar con Carnéades y Arthur Schopenhauer, a discutir con Sócrates, y descansar con los Epicureístas, ¡oh! Nefanda. Sin dejar de superar las malas cosas de la vida con los Cínicos.


¡Oh!, Voltaire, cuan ingenuo era tu Cándido, pero la podrida sociedad lo impulsa a la molicie, al hurto, al homicidio ¡ay! Cunegunda.


¡Oh!, Jean Jacques Rousseau, ¿Dónde habrá quedado tu contrato social? Que mal lo han interpretado. Se han olvidado de tu Emilio y con donaire han tratado tu Eloisa. Maquiavelo nunca queda extemporáneamente ajeno a los tiempos. Parece verse no a lo lejos, los espectros de Pierre Joseph Proudhon y Mijaíl Alexándrovich Bakunin.


Razón tenías tú Nietzsche, al decir en tu Zaratustra, que el Estado es el ladrón más grande, que su latrocinio es tan ingente que hasta con los dientes que muerde son robados. El pueblo, que es tan manejable como un Sancho Panza, hace todo lo que le sugiere el Hidalgo Quijote. ¿Qué de “La Política” de Aristóteles y la “República” de Platón? Políticos muy pocos y república ninguna.


¡Oh!, Molière, cuántos Harpagones hay en la política de estos tiempos, cuán interesante hubiese sido una sátira de esas tuyas, que con tanta maestría supiste hacer para catapultarte como el más grande comediógrafo de tu época y la póstuma.


¿De qué sirve la guerra si no existe la paz? ¿Qué dirías tú León Tolstoi? Muchos han esperado un cambio como esperó Penélope a su Ulises, pero esa espera se ha convertido en una infausta odisea.


Muchos…, han tenido como regalo la caja oblonga y se hacen acompañar del Ángel de lo extraño. Se afanan buscando el escarabajo de oro, y terminan descubiertas sus felonías por el corazón delator.