lunes, 4 de febrero de 2008

En una gélida noche de invierno... una conversación


En una noche de invierno y cuando con gran gelidez me trataba el ambiente, apretaba mis brazos hacia mí, para evitar la dureza del frío y así, mantenerme un poco caliente. Se escuchaba una voz en la puerta que gritaba diciendo: ¿Hay alguien en casa?, ¿Se encuentra alguien en casa? ─Sí, sí ahora le atiendo, un momento por favor ─le respondí a quien no sabía aún quien era─. Cuando me disponía ha abrir la puerta, escuché un llanto apagado y lejano como de dolor; pero como no lo seguí escuchando abrí la puerta y ahí estaba… Era ella, la de siempre, la pobreza. ─¿Qué deseas? ─Sólo vengo a hablar un poco contigo, ─dijo con rostro cabizbajo─.

Le invité a pasar y tomar asiento, para que me hablara de eso que quería y de inmediato se sentó con gran delicadeza como si supiera de etiqueta y protocolo, y me dijo:─¿Sabes algo muchacho? Siempre ando sola, mas, acompaño a casi todo el mundo, ya que muchos viven conmigo, mientras que yo no con ellos. Pues, vivo en cualquier lugar y me acomodo en cualquier rincón para pasar una noche, tanto puedo dormir bajo el árbol del otoño como en el de la primavera. No miro estaciones para vivir, pues nadie me espera en ningún lugar, sin embargo, no tengo prisa ya que de todos modos tengo mi lugar seguro por donde quiera que voy.

─¿En qué lugar naciste? ─le pregunté─.
─En el mismo lugar donde nació la opulencia o riqueza, pues, ella es mi hermana, ya que ambas nacimos juntas…, sólo que ella es la buenaventuraza y yo la desgracia para todos ─dijo con mirada oblicua y sin muchas fuerzas─.

─¿Cómo es que nacieron juntas y que son hermanas?
─Desde que el hombre comenzó a decir este lugar es mío y a dejar a otros sin nada, ahí nació mi hermana y yo al mismo tiempo, por eso te digo que la culpable de mi existencia no he sido yo, sino ustedes los hombres que con gran famélica avaricia han sido la causa de mi triste existencia y la felicidad de pocos. ─Dijo un tanto aturdida─.

─En la puerta hay dos invitados más que desean entrar, uno de ellos anda conmigo, el otro anda solo, pues su ínfula y egolatría no le permite juntarse conmigo, aunque como te dije nacimos juntas y somos hermanas.
─Por lo dicho, sé que en la puerta me espera la opulencia, ¿pero quién es el otro invitado?
─El otro invitado es la indigencia ─me dijo─, que estaba perturbando a un mendigo, fue el llanto que escuchaste cuando te dirigías hacia mí; para abrirme la puerta, ¡pobre hombre!… No había llevado a su cuerpo más que el aire, porque la naturaleza se lo regala. Allí, yece tendido como una hoja seca otoñal sin dueño alguno.

─Me dispuse ha abrir la puerta a los que allí esperaban por mí, y cuando decido abrir, sin ninguna formalidad entró la indigencia; la riqueza, con desmán miraba la que le acompañó por unos minutos a la puerta, como diciendo para su interior ‘’cuanta indelicadeza’’. Pues, no se presentó y corriendo fue hacia la pobreza, para saludarle y contarle a cuantos había hecho sufrir en el día completo.

─Llegar a mí no es tan difícil, pues entre ellas están las siguientes forma para alcanzarla: la preparación intelectual, la descendencia de burgueses, el azar, y de forma ilícita. Trata de conseguir la riqueza a través de la primera, evita la dos últimas; pues son vicios que dañan el alma y no traen nada bueno a las personas. ─Repuso con gran parsimonia la riqueza, con una postura como el asta de la bandera y con aire inflado.
Cuando me disponía a hacer mis conjeturas, irrumpió la pobreza diciendo una cita de Epicuro que dice:─La honesta pobreza es una cosa alegre; y debería decir que, siendo alegre, no es pobreza; porque el que con ella se aviene bien ese sólo es rico, y no es pobre el que tiene poco, sino el que desea mas; pues aprovecha poco al rico lo que tiene encerrado en el arca y en los graneros, los rebaños de ganado y la cantidad de censos, si tras eso anhela por lo ajeno, y si tiene su pensamiento no sólo en lo adquirido, sino en lo que codicia adquirir.

─¿Cuál es el término de la riqueza ─le pregunté─.
─Lo primero es tener lo necesario, y lo segundo poseer lo que basta. No habrá quien goce de vida tranquila mientras cuidare con demasía de aumentar su hacienda, y ninguna aprovechará el que la poseyere, si no tuviere el ánimo para la pérdida de ella. Por ley de naturaleza se debe juzgar rico el que goza de una compuesta pobreza, pues ella se contenta con no padecer hambre, sed y frío.

Con mirada sigilosa y un tanto cogitabunda, desde el lugar que ocupaba; la indigencia se paró de la silla que ocupaba junto a la pobreza y dijo:─ Verdaderamente que me siento muy culpable de muchos males e injusticias a los que a diario someto bajo mi rígida dureza de vida, a la que llevo a millones de personas, ─Disertaba la indigencia con gran pesadez y continuó diciendo─. Muchos niños, hombres y mujeres andan por las calles vacías bajo las inclemencias del sol y del frío; en busca de migas de pan que a otros se le han caído, y que muchas veces los perros no han querido. Es posible salir de la pobreza hacia la riqueza, pero de la indigencia a la riqueza la posibilidad es casi nula.
Mueren bajo mis manos frías y vacías cada día, sin que nadie se ocupe de ellos.