lunes, 8 de octubre de 2007

Una noche gris de un otoño triste

En una noche gris de un otoño negro, cuando meditaba sobre diversos temas de la vida, sin esperarlo se acercó de forma imperceptible un mendigo; con un aspecto extraño y un fétido hedor, que me hacía perder la concentración en momentos de suaves brisas, se acercó y me dijo:─ ¿Qué haces ahí hermano tan solo y triste? ─No, no hago más que preguntarme de cosas sin respuestas y de ideas confusas y endebles. ─En momentos de taciturnidad también yo, me refugiaba a mirar los firmamentos… Con el fin de buscar en las alturas lo que no encuentro en la cercanía de lo terrenal─dijo─.

─Me hacía las siguientes preguntas en algunos momentos de mis más tristes soledades: ¿Quién soy yo?, ¿Hacia donde me dirijo?, ¿Cuál es mi razón en este mundo para vivir?, ¿Qué es lo que llaman verdad?, ¿Y lo que llaman Dios, realmente existe?, ¿Por qué debo sufrir mientras otros no conocen lo que es sufrimientos, tristeza, hambre, dolor., angustias, melancolía, desesperación, impotencia y…, ─ ¿Y qué mendigo, sigue tu discurso, pues se nota interesante, ─le respondí─ con gran deseo de seguir escuchando.

─Vengo de un lugar que no conozco, ─dijo─, es un lugar en el que tengo varios amigos que no me dejan en ningún lugar y comparten conmigo las buenas y las malas, ─ ¿Quienes son esos amigos?, ─le dije─. ─Son la soledad, la melancolía, la tristeza, el dolor y la amargura. En ocasiones me visita algo que llaman ‘’felicidad’’…, pero de forma efímera para mofarse y burlarse de mí, aunque sin pedírselo, de inmediato se marcha.

─La noche se hacía mas pesada y gris, cuando con gran atención miraba mi taciturno compañero, me puso a pensar miles de cosas al instante de haber terminado su negro discurso.

Pero… ¡Oh!, por los sacrílegos, ¿Qué es eso que se acerca? ─Me dije─, al ver unas sombras que en forma de fila horizontal se acercaban hacia nosotros. ─No te asuste ─dijo ─, pues, me vienen siguiendo desde el Leteo. ─¿Leteo?, ¿y que es el leteo extraño amigo? ─le dije─, ─El leteo es el rió del olvido que se encuentra en el infierno, ¿o es que no has leído la Divina Comedia de Alighieri? ─me dijo─ de forma irónica. ─Sí, si la he leído.
─Las sombras que venían hacia nosotros, en total eran cinco, y con gran velocidad se acercaron, las miraba con gran recelos y temor; pues nunca había visto algo semejante.

¡Quiero que se presenten!, ─Hablas con vosotros, ─Sí, con ustedes mismos, ─le dije─.

─En ese momento avanzó una de las sombras que hizo gesto de presentarse y dijo: Yo me haré cargo de presentarlos a todos uno por uno. ─ ¿y cómo te llamas tú; sombra que denota imponencia? ─le dije─.

─Mi nombre es Friedrich Nietzsche, ─dijo─. ─¿Cómo has dicho?, ¡Oh! Dios mío, ¿y que buscan por acá, porque se que del mismo infierno vienen entonces todos? ─No, no todos vienen de allá, ─dijo Nietzsche─. Pues, Gustavo Adolfo Bécquer, viene de un lugar que debe probarnos a todos que realmente existe, ja, ja, ja, dice que viene del cielo y que está cerca de Dios.

─Charles Baudelaire es el primero de izquierda a derecha, luego sigue Arthur Schopenhauer, Voltaire, y Gustavo Adolfo Bécquer es el último.

─Chales tomo la palabra y cuando iba a hablar…, ─dije─ ¡Ay!, ¡Ay!, no, no dejen hablar ese hombre, pues se que lo que dirá será algo penoso y mas triste de lo que hasta ahora he escuchado, ¡por favor!, no lo dejen hablar. ─Airadodo, Nietzsche, ─dijo─ callad, callad pues, es necesario que hable.

Dijo Charles:

─En las cuevas de insondables tristezas
donde el destino ya me ha regalado;
donde nunca entra un rayo rosa y alegre
donde, solo con la Noche, desagradable hospedad

soy como un pintor al que un Dios burlón
ha condenado a pintar, ¡ay!,en las tinieblas;
donde cocinero de fúnebres apetitos,
hiervo mi corazón y me lo como,

¡Soy la herida y el cuchillo!
¡Soy la bofetada y la mejilla!
¡Soy los miembros y la rueda,
la víctima y el verdugo!

Soy el vampiro de mi corazón,
─uno de esos grandes abandonados
a la risa eterna condenados,
¡y que ya no pueden sonreír!

─Lo sabía, lo sabía que este señor hablaría de melancolía y tristezas, no de algo agradable ─dije de forma indignado─.

─El misoginio Arthur decide hablar, aunque con una voz entrecortada e ininteligible comienza su discurso y dice:─ La duda ha sido tan fuerte en mi, que se ha convertido en mi propio Dios hasta ahora, ¡mi realidad es la que vivo!, ¡mi verdad soy yo mismo!

─Voltaire toma la palabra y dice: hace un tiempo había dicho que hiciéramos a Dios a nuestra imagen y semejanza, pues el Dios de unos, no es el Dios de otros, todos tenemos una idea de Dios, mas, no hay una unión de criterios y concepciones; hasta que no pensemos de manera homologa, no habrá un Dios único, sino tantos como seres humanos.
Es una quimera que hayan en los humanos una idea homologa para todos.

─En un momento de silencio y la noche se hacía mas fría y densa al pasar las horas, dice Nietzsche: “Yo busco a Dios, yo busco a Dios”, “Nosotros lo hemos matado”, “Dios está muerto”. ─ ¿Qué dices esquizofrénico?, ¿Cómo te atreves a decir tal cosa? ─dijo Gustavo Adolfo─, colerizado y triste.

─En mi rima número VIII dije lo siguiente, pesimistas filósofos, sé que les encantará el inicio pero el final es lo real:

Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
Al través e una gasa de polvo
Dorado e inquieto,
Me parece posible arrancarme
Del mísero suelo,
Y flotar con la niebla dorada
En átomos leves
Cual ella desecho.
Cunado miro de noche en el fondo
Oscuro de cielo
Las estrellas temblar, como ardientes
Pupilas de fuego,
Me parece posible a do brillan
Subir en un vuelo
Y anegarme en su lugar, y con ellas
En lumbre encendido
Fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que vago
Ni aún sé lo que creo;
¡Sin embargo, estas ansias me dicen
Que yo llevo algo
Divido aquí dentro!...

─De repente las sombras comienzan a desaparecer y sólo podía ver la que era más blanca entre todas ellas, la de Gustavo Aldolfo, la temperatura se hizo más fría y el mendigo que estaba justo a mi lado perdió su forma fétida y famélica y ya era un individuo normal, comenzó ha esfumarse y dijo: ─En otra ocasión te haré otras visitas confundido amigo, mi nombre es Mefistófeles. ─¿Cómo? ─Mis manos empezaron a sudar al escuchar ese nombre y a temblar, y mi color se hizo distinto y en un ambiente desconocido me quedé pensando mientras las sombras desaparecían lentamente. Les grite, oigan, oigan esperen aún tengo algunas inquietudes.

─Atendrás que dejarlas para otro día, porque ya nos vamos ─dijeron todos─.

Hasta la próxima…