Los vates o poetas, de forma secular, y arrastrados por la vorágine del tiempo, han escrito de manera aliciente y diáfana, sus más profundas inspiraciones que el numen o las musas con sus anuencias, le han dejado plasmar de manera indeleble en el transcurrir de los tiempos. Y es que Eros o Cupido, han dejado caer la flecha de forma furtiva o de manera visible entre los mortales, para hacerles sucumbir en las garras del amor.
El amor, sabe como metamorfosearse, así como lo propone Ovidio en la obra “La Metamorfosis”, donde con elegancia habla la gran Dafne. Pero no sucede lo mismo con “La Metamorfosis” de Frank Kafka, donde el dolor se hace elegía en la agonía perecedera de Samsa.
También el amor sabe tener su candidez y optimismo como lo propone Voltaire, en su obra “Candido o del Optimismo,” sólo que esa candidez se hace nefasta, cuando el amor que le atormenta, lo convierte la mano humana, en casi un lúgubre idilio.
Como el amor es metamorfosis, también se hace idílico, enfermizo, agudo, tormenta y volcán; como lo deja plasmado el vate Jorge Isaacs, en su afable obra “María.” Asimismo, Benito Pérez Galdós, deja algo inefable y apacible con su “Marianela,”
Y es que el amor sabe pasar desde su postura al desamor, cuando una traición caliginosa, hace que hasta a través de un anónimo se sepa la desgracia del engaño, cuando un rey…, ve atrofiado su amor por el engaño de su amada, pero una sapientísima Scheherazada, sabe como dominar al homicida…, con sus cuentos de “Las Mil y Una Noches.” Así, salva su vida y la de las demás doncellas que morían cada noche.
Pero de igual modo, el amor sabe ser galante, hiperbólico, pretencioso, falaz, adulador y conformista, como lo deja notar Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en su obra: “Libro de Buen Amor.”
El amor es trágico, es comedia, cuando de la mano de Fernando de Rojas, nos encontramos con “La Celestina” que es muy buena amarrando parejas, atando un amor que dormía con Morfeo, despierta…, y se hace tragedia y comedia en los mozos Calisto y Melibea.
El amor se convierte en “La Fierecilla Domada”, aunque muchas veces nos encontramos en un “Sueño de una Noche de Verano”, para despertar y ver la realidad de lo que en verdad no es más que una fantasía, como lo plasmó Shakespeare. Empero, puede terminar en tragedia como “Romeo y Julieta.”
Pero no puede haber amor cuando éste, es concupiscente, lujurioso, libidinoso, como el que de manos del Marqués de Sade, se imparte en “Filosofía en el Tocador.” El amor puede estar cargado de tristeza y oscurantismo, como el que nos presenta Charles Baudelaire, en sus “Flores del Mal.”
El amor puede tentarnos, para hacernos sucumbir como Claudio en manos de Agripina o Napoleón con Josefina. Esa tentación puede ser como “La Tentación de San Antonio”, de Gustave Flaubert, o tan atrevida como “Madame Bovary.”
Y es que el amor puede estar en églogas y elegía, en prosa y poesía, versos y en sonetos; en epopeyas y en tragedias. Asimismo, en entremés y en zarzuelas, etc.
El amor puede vestirse de “Azul” como el de Rubén Darío, tener su “Orgullo y Prejuicio,” como el de Jane Austen, dejar caer “Lágrimas y Sonrisas,” tener el “Espíritu Rebelde”, y hasta tener las “Alas Rotas” como dice Khalil Gibran. También puede tener sus “Rimas” y “Leyendas,” como las de Gustavo Adolfo Bécquer.
El amor puede ser altruista y abnegado, bajar hasta el mismo averno como lo hizo Orfeo en busca de Eurídice. Lo mismo que hizo Dante Alighieri, en su “Divina Comedia.” Es que el amor se entrega a todo y se hace ciego, no escucha ni ve ni entiende.
lunes, 21 de febrero de 2011
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